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Vecinos de Molorca se aferran a la fe para evitar una nueva desgracia

Más de 500 familias están en riesgo de perderlo todo porque aseguran que el sonido de la tubería es el presagio de una catástrofe que está a punto de repartirse

José Alberto Camacho / @josecamacho13

Puerto La Cruz.- A casi dos años de la tragedia de 2017, vecinos del barrio Molorca viven angustiados porque cada dia se incrementa el riesgo de repetir los incidentes de aquella madrugada del jueves 9 de noviembre cuando una tubería de 60 pulgadas que atraviesa el sector, explotó y arrasó con 30 viviendas en la zona.  

Más de 500 familias están en riesgo de perderlo todo porque aseguran que el sonido de la tubería es el presagio de una catástrofe que está a punto de repartirse.

La madrugada del jueves 9 de noviembre de 2017, la tubería explotó por una rotura no más grande que la tapa de un frasco de mayonesa y, una ola de aproximadamente 1.0 metros arrasó con 30 viviendas, dejó 15 damnificados, cinco lesionados y una persona de la tercera edad fallecida que fue encontrada días después, en una de la viviendas que quedó tapiada producto del deslave que ocasionó el desborde del agua.

Una considerable congregación de practicantes del evangelio vive en los alrededores más críticos del conducto, ellos se aferran a su fe y oran todas las noches para que el altísimo los ayude a sobrellevar la angustia y sobre todo a que los mantenga despiertos si ocurre un episodio similar al de 2017.

Arelys de Olivier es una de esas personas y sostiene que tuvo que mudarse del sitio donde originalmente vivía para apaciguar la angustia y cuidar a las dos nietas que viven con ella.

“Yo vivía cerca del tubo, aquí donde estoy ahora no es que este muy lejos pero es un poco más seguro que donde estaba, me tuve que salir porque con el hueco que tiene la tubería, el agua comenzó a correr cerro abajo y se me metió en la casa que ahora es una iglesia evangélica. A ti como que te mandó Dios porque ese ruido anoche estaba más fuerte que nunca y casi no pudimos dormir pensando en que iba a explotar otra vez”, dijo.

Oliviei comenta que gracias a uno de sus hermanos de congregación, su yerna pudo mudarse junto a sus tres hijos de un rancho que, al igual que ella, tenía al lado del acueducto.

“Parte del cerro se vino abajo producto de la sedimentación y a ella también se le metió a su casa. Desde que hicieron la reparación en 2017, hemos denunciado que la tubería se volvió a romper y Protección Civil nos ha levantado cuatro informes, pero nadie nos hace caso, la alcaldesa vino en una noche pero como que no le gustó el cerro porque vino y se fue, una cuadrilla de Hidrocaribe también vino, pero lo que hicieron fue aprovechar que la mata de mango que ves allá estaba cargada y se sentaron a comer mango toda la mañana”.

Luis Mujica es otro vecino que vive en la ladera del cerro y se califica como valiente. Reconoce que no es lugar ideal para vivir, pero en una frase resume el por qué habita literalmente debajo del tubo: “La necesidad tiene cara de perro”.

“Amigo esto de noche se pone más feo, hay más presión en la tubería y el agua sale con más fuerza, esto no voy a negar que me asusta pero no tengo otro sitio donde ir, no voy a dejar lo poco que tengo abandonado, soy cristiano y oro todas las noches para que no me pase nada mientras duermo”.

Vecinos no descartan plantarse en las oficinas regionales de Hidrocaribe hasta no tener la solución definitiva del problema y evitar así una tragedia que amenaza con ser de mayores dimensiones a la ocurrida en 2017.