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Sin comida ni medicinas, cuadrapléjico pide a Maduro la eutanasia

Marco intenta sobrevivir con una pensión y un subsidio mensuales que suman 186.000 bolívares

Con información de AFP

Cuando un accidente lo dejó cuadrapléjico hace 12 años, Marco quería morir. Pero sobreponiéndose a la adversidad se casó y adoptó una niña. Hoy, desesperado porque le faltan antibióticos, sondas y comida en una Venezuela en crisis, pide la eutanasia.

Confinado en un cuarto de siete metros cuadrados donde apenas cabe una pequeña cama y un refrigerador, ha grabado 16 videos desde julio de 2016 clamando ayuda.

En el más reciente lanza un pedido dramático al mandatario Nicolás Maduro: que le ayude a morir dignamente. Aunque la eutanasia es ilegal en Venezuela, Marco aboga por una ley para casos terminales o como el suyo.

“Recién tuve el accidente (automovilístico) le pedía a todo mundo que me matara, después acepté lo ocurrido. No quiero la muerte, me encantaría vivir aunque en mejores condiciones, pero de no ser posible prefiero la eutanasia”, dijo a AFP en su casa en Cabudare, estado Lara.

Técnico industrial de 45 años, Marco intenta sobrevivir con una pensión y un subsidio mensuales que suman 186.000 bolívares (4,3 dólares a la tasa del mercado negro), cuando solo una sonda urinaria le cuesta 24.000 y un kilo de carne 50.000.

“Eso no alcanza para nada. Todo está extremadamente caro”, comenta el hombre, quien necesita también pañales, guantes de látex y alcohol.

El país petrolero sufre una aguda crisis económica con escasez de alimentos y medicinas. Muchos de los productos disponibles son impagables para la mayoría, pues están tasados al dólar negro (12 veces mayor a la cotización oficial).

Ante una drástica reducción de importaciones del gobierno, la mengua de medicamentos llega a 85%, según la Federación Farmacéutica.

Un pozo sin fondo

Tras el último video, grabado por su hija de 13 años que se opone a que Marco precipite su muerte, varias personas han llamado para ofrecer donaciones.

Impedido de mover manos y piernas, atiende el celular con una varilla de madera que mueve con la boca. Una proeza que logró hace unos años y le permite manipular el control remoto del televisor.

En las grabaciones, que difunde en redes sociales, resume su drama a Maduro. “Nos están matando de hambre: o compro comida o compro insumos médicos”.

Cuando aún era posible hallar alimentos subsidiados en los supermercados, hacía largas filas en silla de ruedas. “Es humillante, nos llegaron a dejar sin alimentos luego de horas esperando”, recuerda.

Marco pide al gobierno un empleo y una de las cientos de miles de casas que asegura construir para los más pobres, pues vive hacinado.

“Quisiera trabajar, tengo habilidades con los celulares y las computadoras”, afirma, con melancolía, este exgerente de gasolineras.

Pero ese anhelo se desvanece ante su dura realidad. Luego de tres semanas sin cambiarla, la manguera que lo ayuda a orinar “olía a cadáver”, una situación degradante que lo convenció de poner fin a su vida.

“No quiero arrastrar a mi esposa y mi hija a este pozo sin fondo que estamos llegando en Venezuela”, justifica el hombre, amante del mar y el cine.

Una muerte por amor

Marco dice que ha logrado mantenerse a flote gracias a Ana Barrios, de 30 años, con quien se casó hace cinco adoptando a Daikellys, la risueña hija de su mujer.

“Él ama salir, observar todo, antes podíamos ir a comernos un heladito, ahora vive entre cuatro paredes porque todo se puso por las nubes (caro)”, cuenta Ana entre lágrimas.

Delgada y de estatura baja, saca fuerzas con abnegación. Cada tres horas debe voltearlo para evitar que aparezcan lesiones en su espalda.

“Lo cuido como a un bebé, jamás lo voy a soltar”, promete Ana, quien le pide a Marco pensar bien sobre la muerte asistida, pues “él es muy valioso”.

Es costurera y confecciona vestidos para niñas. “Pero con esta situación tan crítica no se vende nada y los costos de material suben cada tres días, no quedan ganancias”, lamentó.

En la casa -añade- solo se come yuca o plátano, que es lo que se puede pagar.

Cuando grabó el video no sabía qué era la eutanasia. “Luego lo busqué en internet y me puse a llorar”, cuenta la niña.

Su padre insiste en que quiere ponerle término a esta tragedia justamente por amor: “Es preferible sacrificar a uno para que vivan mejor dos”.