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¿Por qué hacemos cola los venezolanos?

El diario ABC de España intenta responder la pregunta en un reportaje sobre las filas a las afueras de supermercados y farmacias

Con información del diario ABC

En Venezuela se han juntado el hambre y las ganas de comer. Para honrar ese popular refrán, los venezolanos deben hacer colas kilométricas, a razón de 8 y 10 horas semanales, aunque parezca insólito e inverosímil en un país rico en petróleo, porque no consiguen los productos básicos para la supervivencia cotidiana.

Nunca como ahora sus 30 millones de habitantes están pagando caro un modelo económico extraño a su idiosincrasia como el de tener que hacer largas colas para comprar alimentos y medicinas, un sufrimiento que no habían tenido ni cuando su renta petrolera había caído a 7 dólares por barril en 1999.

Las colas se han convertido en una tarea forzosa e inevitable. Consumen demasiado tiempo. Los supermercados y farmacias ya tienen su propio ritual y protocolo para racionar semanalmente dos o cuatro productos por persona. Permiten comprar un día a la semana por el número final de la cédula o carnet de identidad y se controla con la máquina capta huella de cada persona al pagar en la caja.

Hay 40 productos básicos regulados y escasos que han desaparecido de los anaqueles como la leche, pollo, carne harina de trigo y de maíz, café, azúcar, atún enlatado, margarina, mayonesa, huevos. Papel higiénico, jabón de lavar, champú, crema dental, espuma y hojillas de afeitar, desodorante, toallas sanitarias femeninas, pañales, preservativos y condones.

El país importa el 70% de lo que consume. Antes de Chávez sólo se importaba el 30%. El gobierno chavista controla el 40 % del aparato productivo después de expropiar numerosas empresas y cuatro millones de hectáreas. Pero la agricultura y la producción pública están por el suelo por la ineficiencia y la mala administración, y la privada también porque no consigue divisas preferenciales para importar insumos y mantener su producción.

Todos dependen de los dólares preferenciales, que están muy escasos por la caída de los precios petroleros, lo que ha obligado al gobierno a rebajar en un 35% las importaciones en 2014. El otorgamiento de divisas es un círculo vicioso donde predomina la corrupción. “Ha habido fraude con la importación. Las divisas aprobadas para traer carne, por ejemplo, han aumentado en 21.000 % desde 1999. En ese año se importaron 8 millones de dólares en carne y entre 2012 y 2013 se gastaron 1.700 millones de dólares”, revela el economista Manuel Sutherland.

Los grandes empresarios privados y los públicos reciben a cuentagotas los dólares para importar a la tasa preferencial de 6,30 bolívares para mantener los precios fijos de los productos regulados, pero “muchos de los beneficiarios seleccionados a dedo no traen la mercancía porque prefieren cambiar los dólares en el mercado negro o fugarlos”, añade Sutherland.

La gente hace cola pero no sabe por qué producto. Por rutina se pega al último de la fila y después pregunta lo que van a sacar en el supermercado. Los empleados tampoco revelan lo que van a despachar. Les encanta el suspenso. Por lo general sacan uno o dos productos al día a cuentagotas, lo que obliga a pasar todos los días frente al establecimiento.

Lo que hace interminable la espera es la cantidad de “colistas” profesionales o los “bachaqueros”, que se dedican a revender los productos regulados tres y cuatro veces más caro en las calles, bodegas o en sus casas de los barrios populares donde la red de distribución de alimentos no llega por la lejanía o la inseguridad.

El hacer mercado cada quince días y llenar el carrito con lo necesario que se va a consumir ha pasado a la historia desde hace tres años. Ahora el desabastecimiento es crónico, más del 60 %, según cifras oficiales del Banco Central de Venezuela, y tiende a empeorar cada día.