Bolsillos austeros omiten rituales con trigo para fin de año
El kilo del cereal llega a costar 250 bolívares en las manicerías ambulantes del bulevar 5 de julio de Barcelona
Salvador Passalacqua
@spassalacqua
Una superstición menos. Se encoge de hombros y sigue buscando algunas prendas amarillas en los tarantines de los buhoneros. Rosaura Camargo acaba de dejar atrás la costumbre de repartir puñados de trigo la noche del 31 de Diciembre como ritual para atraer la abundancia. Hace tres años que tampoco come las 12 uvas.
Las manicerías ambulantes del bulevar 5 de Julio, en Barcelona, venden el trigo en 250 bolívares por kilo. En los establecimientos formales puede encontrarse en 200 y si la suerte de la Nochevieja anterior acompaña al comprador, puede adquirirlo en 180 bolívares, bien por “rebaja navideña” o por compasión.
“Ojalá este año al menos pueda escuchar a Andrés Eloy Blanco. La vez pasada tenía el equipo de sonido quemado por un apagón”, relata Rosaura. Se refiere a la declamación del poema Las uvas del tiempo que transmiten emisoras locales minutos antes de la medianoche.
Su prima, Graciela Camargo, sí se lleva medio kilo para adornar la mesa con un plato crudo con lentejas, arroz, trigo y monedas, pero no podrá compartir sus granos porque celebrará el fin de año en Valencia.
Cualquiera que sea el ritual, el uso del trigo aparentemente sirve “para que no falte el pan”, una verdadera ambición en tiempos en que la escasez de materia prima afecta a las panaderías del estado Anzoátegui por el despacho irregular de harina desde los molinos expropiados de Monaca y Cargill.
Así como la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) alaba la supuesta reducción hambre en el país a 5%, también lo señala como uno de los mayores importadores de trigo en la región. Nada más a principios de año se compraron 125.000 toneladas a Estados Unidos.